domingo, 2 de septiembre de 2007

La Aparición

¡Buenas tardes doctora! Saludé sin levantar demasiado la mirada pues había llegado a la cita con diez minutos de retraso. Desde muy niño que tengo sesiones con la misma psicoanalista, su título académico es de licenciada pero yo la llamo doctora. Ella me ayuda a vivir con sus consejos y su franciscana paciencia para escuchar mis cuitas, miedos y el mejunje de ideas que pululan en mi cabeza. Con una módica suma que le pago, dice lo que mis oídos quieren escuchar, tiene el don de tranquilizar a mi conciencia.
-Ponte cómodo y comencemos porque dentro de media hora me espera otro paciente-, éste fue su saludo; si hay algo que la saca de quicio es la impuntualidad.
-Decidí retomar la terapia porque pasaron cosas que me hicieron dudar de mi salud mental-, le expliqué con un tono melodramático, tratando de imprsionarla sin éxito, mientras me recostaba en el largo y aterciopelado sillón.
-¿Para tanto es?- Respondió al toque levantando un poco la voz y acomodándose en su sitial rodeado de libros de Freud.
La terapeuta es siempre la que rompe el hielo de la conversación con alguna pregunta pero esta vez tomé la posta invirtiendo un poco los roles:
-¿Alguna vezse sintió atraída por objetos extraños?- Le dije algo vacilante. Su nariz ganchuda se arrugó por la sorpresa, en actitud de querer descifrar lo que querían decir aquellas palabras; la mirada se hizo intimidante detrás del marco negro de sus anteojos; luego frunció el ceño como diciéndome sin hablar que tratara de explicarme mejor.
Tomé un sorbo de aire y algo de valor, después de tanto tiempo todavía me causa pudor sacar a la luz mis pensamientos; pero tuve el coraje de despojarme del ropaje de la vergüenza y desnudé ante la psicóloga mi incertidumbre.
No pude evitardar las vueltas de rigor para comenzar.
-¡Al grano hijo, al grano!-, farfulló empujándome a hablar.
-Todo comenzó un domingo híbrido de siesta, - empecé a relatar con resacas de timidez en la voz- cuando casi vencido por el aburrimiento hojeaba una “Utilísima” esa que viene con el diario; no me mire así doctora, ya sé que es medio de maricón leer esa revista, no sé por qué lo hice, habrá sido por casualidad o por algún extraño sortilegio del destino. Pasé rápido una página tras otra sin prestar demasiada atención, de pronto sentí un escalofrío en el cuerpo que subía con mucha intensidad creando un estado de confusión en mi mente. Sospecho que eso motivó mi alucinación, porque en ese preciso momento tuve una aparición: La vi parada frente a mis ojos. Me miraba doctora, ¡Juro que me miraba!, una mirada hipnotizante, dulce muy dulce. Yo también la observé de pies a cabeza, usted sabe lo detallista que soy: Noté que sus zapatos tenían la forma de un triangulo en las puntas y combinaban con una camisilla que dibujaba incipientes pechos; ambos dedos pulgares estaban posados en el pasa cinto de su Jean, abriendo una grieta entre éste y la blusa, dejando al descubierto su chato vientre, tan bien moldeado por alguien que yo creo habrá sido Dios y seguramente perfeccionado en largas horas de gimnasio. Su figura bloqueó mi entendimiento y por esos instantes ya ni me importaba que fuera rubia. Si doctora, era una muchacha rubia, hermosa. Cuando pasó el shock, asustado por mi extraña actitud tiré el ejemplar en el piso y fui a mi habitación con la intención de olvidar aquel episodio. Pero no puede, pasaron los días y la imagen aquella estaba presente en mi mente como un fantasma. Llegó un momento que estaba casi dominado por la estupidez: Adquirí una especie de dependencia por la citada revista ybuscaba un hueco, algún rincón escondido de mi casa donde entraba a esperar que ella decida aparecerse de nuevo. Si doctora, me escondía como un niño, no sea que alguien me vea leyendo semejantes frivolidades y piense que decidí volcarme al rubro del corte y la confección o la cocina, que son muy buenas aficiones pero demasiado femeninas. Llegué al colmo de recortar su imagen y pegarla en la puerta de mi placard; entonces recordé aquella película “Retratos de una obsesión” en la que actuaba Robin Williams; ¿No vio esa película doctora? Está muy buena, se la recomiendo. No había llegado al punto de volverme obsesivo como el personaje de Robin pero tuve miedo, entonces pensé en usted y dije que era hora de pedir ayuda, y eso es, por eso estoy acá.

Sin darme cuenta pasaron varios minutos en que era todo un monólogo mío; en ese instante, como un reloj programado,terminó la nafta de valentía que cargué para mi confesión y volví a mi estado normal de muchacho tímido y callado.
Hubo un largo silencio en el consultorio; yo estaba inquieto en el diván, ansioso de escuchar las palabras que me ayudena sentirme menos ganso. La terapeuta anotaba en su cuaderno quien sabe qué cosas, de pronto levantó los ojos mirándome fijamente y por fin habló:
-No debes preocuparte demasiado, tu comportamiento no estálejos del límite de lo normal, indicó agachando la cabezapara mirar de nuevo su cuaderno con anotaciones. - A muchas personas le ha pasado lo mismo: de quedar fascinados poruna estrella del cine o de la música con sólo mirar una fotografía. Es como admirar la belleza de un cuadro o de una pieza musical ¿entiendes? Una linda mujer es una obra de arte de la madre naturaleza. En cuanto a lo que te pasó, te explico que la publicidad es una ciencia creada para la atracción abstracta, crea espejismos en el cerebro, eso fue lo que pasó, no fuiste seducido por ningún fantasma sino por el marketing publicitario-, concluyó su veredicto con una mueca que parecía hasta de burla.
-Lo que no entiendo es por qué pegaste su figura en la puerta de tu ropero-, expresó en una especie de bonustrack mientras se levantaba para despedirme.
-Para que cada vez que busque una ropa para cubrir mi desnudez, mirándola pueda vestir también a mis sueños con su belleza, contesté al ras con reflejos de arquero movido por la última gota de audacia que quedaba en mí.
La doctora se largó a reír en una carcajada casi interminable.
-Lees mucha novela vos, me dijo entre risotadas palmoteándome en los hombros.
Yo avergonzado, con las mejillas y las orejas sonrojadas salí de la sala, cabizbajo como había entrado.