domingo, 14 de agosto de 2011

El ataque de los Clones


 Por la mañana –como todas las mañanas- subí al “Villetana” que me trae al trabajo. Me tocó en suerte un colectivo relativamente vacío, y al no tener que hacer malabares para equilibrarme en medio de la gente, pude prestarle atención a los chistes del “Cabezón Ortega” cuya carcajada sale disparada de los parlantes del chofer, enseguida me vinieron a la mente los comentarios despectivos de mis amigos los “intelectuales de la originalidad y buen gusto”: que es valle, chabacano, de mal gusto...
A salvo también de la variedad de aromas que produce la aglomeración de gente, me distraje con los comentarios de la gente, en especial de dos señoras que estaban en el asiento de en frente. “Viste pio el Baila Conmigo Paraguay, demasiado ko ese Kike Casanova ya le copia a Tinelli, hasta su forma de hablar nio es igual” decía una de las pasajeras. “Che kuerai de que se le copie siempre a los kurepi. Es una vergüenza” decía la que se sentaba a su lado.
La conversación me llevó por mal camino ya que  ni bien llegue al laburo empecé a buscar videos de Tinelli en Internet –y por ende, aguantarme el bochorno de su programa- para tener una idea de lo que está pasando en la televisión.
Una escenografía gigante, imponente, con cámaras que captan la imagen en alta definición; unas bailarinas hermosas hacen una coreografía sexi, se abre la pantalla leed y sale un tipo de traje, con la camisa abierta para mostrar la cadenilla de oro, al mejor estilo ODD, gritando “¡Buenas noches América!” y ahí comienza el (show?) bueno, con las disculpas a los que hacen shows.
Lo que viene después es de lo más bizarro: desde un gay millonario que hace cásting para conseguirse una “novia-pantalla” hasta chicas que se desmayan en vivo. Bueno, a eso le llaman show.
Lo más curioso es que en eso tuve una especie de Déjà vu. Yo eso ya lo había visto en otra parte: hasta la cadenita de oro debajo de la camisa desprendida. El animador que grita desaforado hasta que se abre la pantalla leed y sale la pareja a bailar para luego someterse al veredicto de un grupo exótico de jurados.  Parece un calco.
No hay nada con que yo me pueda identificar en la televisión, entonces inicié una búsqueda por la radio, a ver si por ahí encuentro algo interesante. No hay mucha diferencia, locutores hablando en tono aporteñado buscando parecerse lo más posible a todo lo que esté del otro lado del río de la Plata.
Me sentí atacado. ¿Dónde están los bochos de mi país que dan cátedra de originalidad y buen gusto? Y ahora… ¿quién podrá defendernos? Ningún chapulín sale en la ayuda. No queda otra que acomodarse en el colectivo y escuchar las ocurrencias del Cabezón.