miércoles, 29 de octubre de 2014

Y dale alegría a mi corazón…(Crónica de un recital que corta las mufas)

No era el mejor día, el ánimo no daba como para el disfrute pero ya había comprado las entradas y tanto me insistieron para ir que fui.
Llegamos al court central del Yacht y Golf Club Paraguayo unos minutos antes que empiece el show. Era el primer concierto en la historia de las nenas (mis hermanas) y fue tal vez ese el principal motivo de dejar afuera las penas y el dolor e ir a escuchar a Fito que volvía después de cuatro años a Paraguay para presentar su disco Rock and Roll Revolution.
El marco estaba un poco acorde a mi estado de ánimo; que el sitio no se llene permitió que estemos cómodos, relajados para  poder ver, sin ser tapados, a un Páez que irrumpía al escenario con pantalones cortos (algo nunca visto antes, por lo menos por mí) con una energía poco usual en un señor de 51 años; tenía colgada una Gibson SG y acompañaba los riffs de RRR, el primer tema de la noche. Canción con mucha polenta, cruda, con violazos contundentes aunque con algunos sonidos pregrabados. Pero Fito no necesita hacer playback, le sobra cancha y sacó a relucir su carisma para levantar a un  público que se mostró irónicamente frío en una noche de primavera calurosa a orillas del río Paraguay.

“Y ya verás, cómo se transforma el aire del lugar”. Pasaron como  un flash temas como “Muchacha”, “Yo te amo” y “Margarita” que fueron recibidos con respeto pero con apatía.
En este partido hacían falta jugadores con experiencia y entonces aparecieron los clásicos para alegrar la noche. “La rueda mágica” fue el primer tema coreado por la afición que de a poco se fue poniendo a tono con el calor de la noche. El “Karaoke Páez” se terminó de instalar con "11 y 6", un himno coreado por todos y desde ahí, no pararon los metrallazos de hits: "Al lado del camino", "Tumbas de la gloria" y la hermosa  “Brillante sobre el mic”, que sonó en medio del cielo estrellado por teléfonos digitales.
Ya con el público metido en el bolsillo de su bermuda, Fito Páez se dio el gusto de sentarse solo a desafiar a las aproximadamente 3 mil personas sin el apoyo de sus virtuosos músicos. No necesitó más que su piano, algo que muchos que hoy hacen la parodia del artista, no podrían lograr jamás.
Un Fito generoso y  cuyo buen humor tal vez le debamos a la Baviera a la que hizo mención como una de las mejores cervezas americanas, se sentó frente a su caja de regalos que no tardaron en llegar. Así  le cantó a las chicas de los rincones de Asunción en la preciosa "She`s mine" para llegar a la cima del show desde donde ya no se bajaría en toda la noche. “Y dale alegría a mi corazón, es lo único que te pido al menos hoy. Y dale alegría a mi corazón, afuera se irán la pena y el dolor” y ya no estaba Fito solo en este show, el público se sumó a la celebración y fue emocionante ver a las nenas, a sus 11 años, corear la canción que forma parte del soundtrack de nuestras vidas.

… No necesitaremos nada más. El espíritu de Charly García, presente en todo el show, bajó de nuevo en la versión de “Loco, no te sobra una moneda?” al que le siguieron un puñado de temas más para luego amagar una despedida con la incombustible  “A rodar mi vida”, una fórmula, que a pesar de ser tantas veces repetida, no falla nunca; una vez más  los corazones tristes que pudieron ver la luz, se sintieron tocados y  revoleando las remeras al aire comenzaban a despedir al artista que se movía frenético como un niño sin remera.
Para el final, Fito se puso elegante y redobló la apuesta, dejando en claro que venía con intenciones de dar, sin marcar las cartas, simplemente dar.

Por eso cuando después de los últimos acordes de Mariposa Tecknicolor con el que presentó a los pilares en el que se sostuvieron gran parte de este show: Gastón Baremberg, con toda la polenta en la batería; Juan Absatz, que hace unos coros geniales además de tocar los teclados y la guitarra; Diego Olivero, un violero que se entiende a la perfección con Páez  y Mariano Otero, otro crack que toca el bajo, y era inminente el fin del concierto, Fito se volvió a sentar al piano para desafiar una vez más al diablo todos llevamos en el corazón. “La puta madre que los remil parió, ¿por qué nos cuesta tanto el amor?” decía la canción que invitaba a cambiar de ánimo, a cortar la mufa  y ya no se podía pedir más. Luego de dos horas y monedas, salí  del lugar con esa sensación de haber sido cargado de energía para disfrutar de lo que quedaba de la noche… hasta patear  el sol.

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